Pero estos patrones también sufren transformaciones en determinados momentos de la vida. Según parece, a medida que los niños y niñas se acercan a la adolescencia este momento se produce un poco más tarde y la sensación de sueño se retrasa en comparación a lo que ocurre entre los más pequeños y los adultos.
No dormir suficiente reduce el rendimiento académico
Tras estudiar este fenómeno la American Academy of Sleep Medicine (AASM), una institución estadounidense especializada en el sueño, recomienda retrasar la entrada al instituto hasta las diez de la mañana para asegurar que los jóvenes duermen una noche completa, es decir, al menos ocho horas. Muchos institutos, tanto en EEUU como en Europa, comienzan las clases sobre las ocho de la mañana por lo que los chavales duermen menos horas al tener que levantarse una hora antes para prepararse.
No es la primera vez que se hace un llamamiento a las instituciones educativas para respetar el sueño de los adolescentes. En el año 2015 se publicó un artículo elaborado por expertos de las universidades de Oxford, Harvard y Nevada titulado Sincronizar la educación a la biología adolescente en la revista científica Learning, Media and Technology, en el que se explicaba que los jóvenes tardan más en irse a la cama, no por capricho, si no porque su metabolismo se hace más lento y las ganas de irse a la cama aparecen sobre las once de la noche.
Sin embargo, necesitan dormir del orden de ocho o nueve horas para afrontar bien la jornada. Los autores del artículo pedían que se ajustara el horario a esta necesidad o se corre el peligro de contribuir al bajo rendimiento lo que iría de la mano con el fracaso escolar.
Obesidad, lesiones o problemas cardiovasculares entre los principales riesgos
Entre los efectos perjudiciales que pueden traer consigo la falta de sueño está la irritabilidad, la disminución de la concentración y la atención, la obesidad o problemas cardiovasculares. Un déficit en el descanso puede incitar a comportamientos de riesgos que desemboquen en lesiones deportivas o en el inicio de adicciones, asegura el estudio de la AASM.
Pero un descanso nocturno deficitario no es exclusivo de los adolescentes. Según revela el Instituto de Investigaciones del Sueño (IIS) un 60% de los niños no duerme las diez horas diarias recomendadas. Este hecho puede tener graves consecuencias en el crecimiento, ya que durante el sueño es cuando se genera la secreción de la hormona del crecimiento. Solo en la primera hora de sueño el organismo produce el 60% de esta hormona.
El sistema nervioso también se resiente porque su desarrollo depende de cuantas horas se duerma, aclaran desde esta organización.
Los españoles dormimos poco
Los españoles dormimos de media menos horas que el resto de países europeos. Debido a nuestra peculiar jornada laboral, con un parón de una hora o dos para comer, se llega a casa tarde, se cena más tarde aún y la hora de irse a la cama se retrasa. Al día siguiente llegamos al trabajo a una hora parecida a la que lo hacen el resto de europeos, con la diferencia de que nos hemos acostado más tarde, por lo que hemos dormido menos.
En un estudio transversal llevado a cabo en Noruega también en el año 2015 con adolescentes (entre 16-19 años) se descubrió que el uso de dispositivos electrónicos durante el día, y sobre todo antes de acostarse, dificultaba la conciliación del sueño. La aparición del sueño aumentaba hasta casi una hora entre el grupo control y el grupo experimental.
Por lo tanto, es recomendable no dormir delante de una pantalla. La luz de la pantalla puede afectar a la producción de la melatonina necesaria para conciliar el sueño.
También es efectivo cenar de forma ligera y dejar pasar un tiempo desde la ingesta antes de acostarse.
Hacer un poco de ejercicio cada día. Aunque no se aconseja hacer deporte antes de irse a dormir ya que el organismo se activa durante el ejercicio.
Y leer antes de dormir o hacer una actividad que ayude a bajar el nivel de conciencia.
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