ChatGPT es un chatbot, un software que utiliza la inteligencia artificial (IA) y el procesamiento del lenguaje natural (PLN) para responder a las preguntas o peticiones de un humano. Es capaz de interpretar su lenguaje, recrearlo y mantener así una conversación.
Desde noviembre de 2022 su acceso está abierto a todo el público y está causando sensación. Se trata del software de libre acceso, y el origen de su éxito –y de la polémica que ha desatado– es su capacidad de generar textos extensos sobre prácticamente cualquier tema, en segundos y, sobre todo, de forma coherente, completa y ciñéndose al tema… Exactamente como los profesores pretenden que hagan sus alumnos.
La Inteligencia Artificial, y los chatbots en particular, son una tecnología en plena expansión. Por eso hace solo unos días hablábamos también de las oportunidades de empleo que ofrece, si quieres dedicarte profesionalmente a la redacción de contenidos para chatbot.
El creciente uso de ChatGPT por parte de los estudiantes ha hecho saltar las alarmas dentro de la comunidad educativa. Esta preocupación no es sino una versión actualizada de la que surgió cuando se lanzó Wikipedia en 2001. Pero está claro que ahora los retos son más complejos, puesto que se trata de una IA generativa, y ello ha avivado el miedo a la catástrofe educativa.
En varios lugares de Estados Unidos y en Australia se han establecido medidas legales para limitar o prohibir el acceso a ChatGTP por parte de los estudiantes. Y universidades de todo el mundo han expresado su preocupación, y dejado caer a qué se arriesgan sus estudiantes si son sorprendidos recurriendo a él.
En todo el mundo, centros educativos y profesores individuales están revisando sus métodos de evaluación para hacer frente a la utilización de la inteligencia artificial. Por ejemplo, se habla de sustituir o acompañar la realización de ensayos o exámenes online por un mayor uso de los exámenes orales o a papel y bolígrafo. También proponen que se reúna a los alumnos en salas sin acceso a internet para que hagan los exámenes. Algunos docentes recurren a la técnica de asignar a sus alumnos tareas que los robots no podrían completar, como las que requieren detalles personales o anécdotas.
Y, por supuesto, está la cuestión de cómo detectar el uso de AI en los trabajos. Los software antiplagio tradicionales son inútiles: el algoritmo de ChatGPT se «alimenta» constantemente de datos nuevos, y responde de forma diferente a cada nueva interacción, así que ante la misma petición o pregunta, responderá siempre de forma diferente. Pero atención: ya hay herramientas específicas para detectar el uso de ChatGTP. Tienen nombres como DetectGP, GPT-2 Output Detector Demo o GPTZero y se están haciendo populares. Son máquinas entrenadas para identificar el trabajo de otras máquinas.
Mientras, en esta especie de carrera armamentística entre profesores y estudiantes con pocas ganas de trabajar, los primeros parecen ir a remolque de los segundos. Para que esas herramientas detecten el uso de ChatGPT este debe permanecer casi inalterado. Hoy por hoy, no hay ningún software en el mercado que permita detectar que un texto o una parte de él procede de algún sistema de IA si ese texto ha sido adecuadamente modificado, parafraseado con herramientas como Quillbot o Parafrasear.org o combinado con otros textos.
Así las cosas, el conocimiento de sus alumnos –la intuición, la presencia de un nivel de redacción o de contenido muy por encima o por debajo del esperado– son quizá las mejores herramientas de las que disponen los profesores.
Tampoco hay que olvidar que ChatGTP comete sonoros errores de contenido y de lógica. En internet circulan numerosos ejemplos. Por ejemplo, afirmar que los elefantes ponen los huevos más grandes de todos los mamíferos del mundo o que los tiburones ballena son mamíferos o inventar referencias en la bibliografía.
Pero, más allá de que el uso de ChatGTP sea detectable o no, queda la pregunta central: ¿De verdad me conviene recurrir a él? Antes de caer en la tentación, te recomendamos pensar –además de en las implicaciones éticas y en la posibilidad de que te pillen–, en todo aquello de lo que te privas.
Tus profesores no podrán evaluar con precisión tu aprendizaje; tú perderás la oportunidad de entrenar tu creatividad y aprobarás a costa de mentir sobre tu preparación. Todo terminará trayéndote problemas en algún momento de tu vida académica o laboral, cuando tus profesores o tus jefes se dén cuenta de que no eres capaz de hacer aquello que se te pide de forma autónoma. Como siempre, el camino corto puede hacerse muy, muy largo.
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